Resetear el metabolismo es posible y cómo alimentarse en las distintas etapas de la vida, desde la pubertad hasta la menopausia, para garantizar la salud y la máxima eficacia del organismo, es la clave. El principio subyacente, que se aplica a todos, mujeres y hombres y a cualquier edad, es que debemos introducir en el cuerpo sólo lo que le es útil, evitando lo que le perjudica. Un concepto muy simple que en las últimas décadas se ha vuelto extremadamente complicado, dado que a la falta de tiempo se combina la tentadora oferta de platos preparados y la increíble difusión de los alimentos ultraprocesados.
¿Cómo detener el mecanismo? Con estos 3 sencillos consejos.
Leer las etiquetas (muy) atentamente
Los ingredientes son muy importantes. Aprender a leerlos. Siempre. Los saludables (por ejemplo, grasas buenas, verduras y frutas orgánicas, carne y productos lácteos derivados de animales criados únicamente con heno y pasto) promueven la salud del sistema endocrino; mientras que los ingredientes "falsos" y químicos alteran el equilibrio del sistema y favorecen los desequilibrios metabólicos. ¿Cómo reconocerlos? Hay que hacerse algunas preguntas.
La primera: ¿cuán larga es la lista de ingredientes? Esta es la primera regla para identificar un producto saludable: si contiene más de cinco ingredientes, no hay que comprarlo. Segunda pregunta: ¿conozco estos ingredientes? La calidad es fundamental. Preguntarse si los que aparecen en el envase normalmente se pueden comprar en una tienda de comestibles. Si nunca se ha oído hablar de ellos, y ni siquiera se sabe cómo conseguirlos, es casi seguro que son de origen artificial y perjudiciales para la salud.
Cómo evitar los ingredientes tóxicos
Una vez más: cuanto más extraño sea el nombre de un ingrediente, más se lo debe evitar.
Estos son algunos ejemplos de los que se denominan GRAS, acrónimo que significa "sustancias generalmente reconocidas como seguras", en la práctica hasta que se demuestre lo contrario: sorbitol, fosfatos de sodio y aluminio, conservantes BHA (E320) y BHT (E321), nitratos y nitritos.
Para confundir la cuestión, hay algunos ingredientes que tienen un nombre inofensivo, pero que pueden ser perjudiciales, como los aromas naturales. Pero, se podría decir, ¿cómo es que las cosas naturales no son buenas para nosotros? Por supuesto que sí, pero hay que ver qué se entiende por el término "natural". Según la Administración de Alimentos y Medicamentos, el término indica cualquier "sustancia extraída, destilada o derivada de manera similar de una fuente vegetal o animal, en el estado en que se encuentra, o tostada, cocida o fermentada, cuya función no es nutricional, pero aromático".
El punto fundamental es precisamente este último: los aromas no tienen función nutricional. Hay aproximadamente tres mil aditivos que entran en esta categoría. Un saborizante natural que probablemente se conozca es el glutamato monosódico, una neurotoxina que algunos estudios han relacionado con la obesidad, enfermedades neurodegenerativas (como el Alzheimer) y anomalías del sistema genital.
Doscientos alimentos diferentes cada mes
Si se quiere nutrir la microbiota, se deben diversificar las elecciones de alimentos porque cada alimento proporciona una mezcla única de nutrientes que alimentan a diferentes bacterias. Los microorganismos son seres vivos y tienen necesidades dietéticas específicas. Por ejemplo, los de la especie Prevotella viven de carbohidratos. Las fibras dietéticas, por el contrario, dan a las bifidobacterias una ventaja competitiva. Y los Bacteroides prefieren ciertos tipos de grasas.
Es posible realizar un análisis de heces para comprender qué especies faltan en su microbiota y así descubrir qué alimentos elegir para restablecer el equilibrio. Una dieta poco variada no suele ser el resultado de una elección consciente. Comemos las mismas cosas una y otra vez por muchas razones diferentes. A veces es simplemente una cuestión de gustos, conveniencia o hábitos.
Un juego saludable
Si cambiar la dieta parece complicado, intentar convertirla en un juego: se gana un punto por cada alimento diferente que se consume.
Tomar nota de todo lo que se come durante una semana y luego contar los cambios. Cada verdura, fruta, carne y especia cuenta como una variación. El objetivo es llegar a doscientos alimentos diferentes en un mes, que deberían entrar en alguna de estas tres categorías: carbohidratos complejos, proteínas y grasas.
Los carbohidratos simples y no naturales (como las galletas, por ejemplo) no cuentan. Especias, sin embargo, sí. Aquí hay realmente que probar: cuanto más se experimenta con nuevos sabores, más aumenta la puntuación.
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